martes, 1 de noviembre de 2011

ORIHUELA


LA BOCA
Boca que arrastra mi boca: boca que me has arrastrado: boca que vienes de lejos a iluminarme de rayos.
Alba que das a mis noches un resplandor rojo y blanco. Boca poblada de bocas: pájaro lleno de pájaros. Canción que vuelve las alas hacia arriba y hacia abajo. Muerte reducida a besos, a sed de morir despacio, das a la grama sangrante dos fúlgidos aletazos. El labio de arriba el cielo y la tierra el otro labio.
Beso que rueda en la sombra: beso que viene rodando desde el primer cementerio hasta los últimos astros. Astro que tiene tu boca enmudecido y cerrado hasta que un roce celeste hace que vibren sus párpados.
Beso que va a un porvenir de muchachas y muchachos, que no dejarán desiertos ni las calles ni los campos.
¡Cuánta boca enterrada, sin boca, desenterramos!
Beso en tu boca por ellos, brindo en tu boca por tantos que cayeron sobre el vino de los amorosos vasos. Hoy son recuerdos, recuerdos, besos distantes y amargos.
Hundo en tu boca mi vida, oigo rumores de espacios, y el infinito parece que sobre mí se ha volcado.
He de volverte a besar, he de volver, hundo, caigo, mientras descienden los siglos hacia los hondos barrancos como una febril nevada de besos y enamorados.
Boca que desenterraste el amanecer más claro con tu lengua. Tres palabras, tres fuegos has heredado: vida, muerte, amor. Ahí quedan escritos sobre tus labios.

Miguel Hernández













Umbrío por la pena, casi bruno,
porque la pena tizna cuando estalla,
donde yo no me hallo no se halla
hombre más apenado que ninguno.
Sobre la pena duermo solo y uno,
pena es mi paz y pena mi batalla,
perro que ni me deja ni se calla,
siempre a su dueño fiel, pero importuno.
Cardos y penas llevo por corona,
cardos y penas siembran sus leopardos
y no me dejan bueno hueso alguno.
No podrá con la pena mi persona
rodeada de penas y cardos:
¡cuánto penar para morirse uno!

Miguel Hernández























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